30 de marzo de 2017

Con mis propias manos

Llegó el momento de evaluar la tarea final de esta unidad de mates y, ¿de qué mejor modo que con una nueva actividad experiencial? Como saben, hemos incorporado esta metodología en nuestras tareas finales por diversas razones. En primer lugar, queríamos romper con las habituales fichas ya que nos parecía como volver a hacer un examen más, y esa no era en absoluto la cuestión. En segundo lugar, pensamos que incorporar actividades que requieran la participación activa del alumno/a siempre conllevará aprendizajes mucho más significativos. Y en tercer lugar, por el propio sentido de la buena y correcta evaluación de la unidad.

¿Cómo saber si las explicaciones, las actividades planteadas, y los ejemplos propuestos durante una unidad han sido los oportunos para el mejor aprendizaje de ésta por parte de los alumnos? Revisando si son capaces de hacer uso de todo lo que deberían haber aprendido en situaciones reales que requieran dichas habilidades, técnicas, conocimientos o actitudes para ser resueltas. En otras palabras, ver si el chico o la chica es capaz de emplear lo que se acaba de aprender cuando le haga falta en su vida diaria.
Esto es lo que marca el sentido de lo que en Educación llamamos aprendizaje por competencias o competencial, que al final, más allá y por encima de objetivos, contenidos y libros de texto, es lo que debe importarnos. ¿Están nuestros alumnos preparados para desenvolverse ahí fuera el día de mañana? Las actividades que planteamos en 6ºB para evaluar la tarea final de cada tema dan respuesta a ello.

En este caso, como la unidad versaba acerca de las unidades de medida de longitud, masa y capacidad, montamos un pequeño laboratorio de experiencias matemáticas en el patio de recreo, y por grupos de tres fuimos saliendo a enfrentarnos al desafío.
Había tres mesas, tres secciones, una para cada unidad de medida. Así, al que le tocaba la primera mesa de la izquierda, debía enfrentarse a un test de comparaciones entre las distintas unidades de longitud y objetos y distancias de la vida real cercanas a ellos, incluyendo nuestro propio cole, barrio, e inventario de clase. La segunda sección, mesa central, contaba con una serie de botellas llenas de agua y un sinfín de pequeños vasos de cierta capacidad. Los participantes debían demostrar sus hipótesis sobre cuántos vasos podrían llenar con tal cantidad de agua en las botellas, y hacer diferentes ejemplos variando ciertas cantidades. El tiempo volaba y los nervios hacían que los vasos rodaran por la mesa. Fue realmente divertido. En la tercera sección de la mesa de la derecha, el participante debía enfrentarse a una balanza en la que, en el plato de un extremo ya pesaba una naranja. Con una colección bien nutrida de pequeñas pesas de plástico de 1, 2, 5 y 10 gramos, debían igualar la balanza y aproximar con otro ejemplo real cuánto pesaba aquella naranja. Luego debían comprobar hasta cuántas piezas así podrían cargar en una bolsa de supermercado sin que se rompiera.
Y, como siempre, aunque cada uno tuviese asignada en principio una sección del juego, todos los participantes debían cooperar entre ellos para ayudarse a resolver las pruebas.

Pasamos un rato estupendo y aprendimos por nosotros mismos un poco más sobre las unidades de medida, que tantos días llevábamos ya trabajando en el aula y en este blog digital. Una experiencia más para nuestra lista de aprendizajes compartidos este curso. ¡Y que no pare!





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